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martes, 26 de marzo de 2013

La ecuación del Miedo

El ser humano no se alimenta de productos cárnicos, lácteos, vegetales. No bebe agua, bebidas gaseosas, zumos naturales, cerveza y demás líquidos espirituosos. No inspira oxígeno ni expulsa dióxido de carbono. Les diré de qué vive el ser humano. La raza humana vive del MIEDO. Desde que se levanta hasta que se acuesta, y ya durmiendo tampoco deja a su mente libre de pesadillas. Parece que es lo que nos hace avanzar o lo que, en la mayoría de los casos, nos hace quedarnos estáticos. Miedo a lo desconocido y miedo a lo que ya se conoce.
A lo largo de los siglos habremos llenado páginas dedicadas al amor, a la guerra, a la familia, a la política, a los ideales, a los años que pasan. Pero si hay algo que nos ha atormentado a todos es el miedo. Este sentimiento, por llamarlo de algún modo, quizás sea el más puro de todos los que albergamos. En él no hay prejuicios, no hay distinciones entre clases, ni sexos, ni religiones, ni edades, ni lenguas, ni hemisferios norte o sur. Es la creencia con más fieles en la Historia de la humanidad, puesto que nadie pasa por esta vida sin haberlo experimentado. 
Si tuviera que describirlo, teóricamente hablando, diría que se me asemeja a algo así como a la nada. Es ese "algo" en el que no confluyen el tiempo y el espacio. Te quedas suspendido, nada que te sostenga, ni tierra firme en la que apoyarte. Es como esa mosca que revolotea dentro de un vagón de tren de alta velocidad. No me sé las leyes físicas, pero seguro que existe alguna medida (micromilésima o millonésima de segundo, ni idea), en la que la mosca vive en un espacio y tiempo diferentes a los que viven los pasajeros y el propio tren. No avanza. No retrocede. No aletea. Por mucho que la mosca quiera permanecer en esa burbuja atemporal, tarde o temprano verá que los pasajeros que tenía al lado han sido sustituidos por los que estaban cuatro filas más atrás... Y, lo que es peor, que la pared trasera del vagón está a punto de hacerla picadillo. Si un matemático o físico leyera esto, se reiría de mí, seguramente, explicándome algo así como que dentro del vagón se ha creado una atmósfera con cierta inercia, independientemente de las inercias que ya existieran en el mismo... No lo sé, pero como es mi teoría, digo lo que quiera. Así es, para mí, el miedo. Cuidado, si te acomodas en ese espacio-tiempo equis igual a más menos cero, corres el riesgo de que cuando quieras retomar la marcha, todo a tu alrededor haya cambiado y, aún peor, que no haya muchas filas más por recorrer, puesto que la vida, por mucho que no queramos creerlo, sí tiene un espacio "x" y un tiempo "y" determinados cuya suma siempre es diferente a más menos cero. Lo del Más Allá, las reencarnaciones, los cielos y los infiernos, lo dejamos para otro día. 
Vayamos a la parte práctica. Hay muchos tipos de miedo. Los que te hacen gritar, los que te hacen enmudecer, los que te velan la vista, los que te abotargan la mente, los que te hacen llorar, los que te hacen crecer, los que te hacen sentir caer en el abismo, los que te hacen orar. Es algo viscoso y tangible. Te recorre la espalda hasta llegar a la nuca. Te eriza el vello. Te crea nudos en el estómago. Sientes vértigo. Tiemblas. Desconfías y miras hacia atrás y vuelves rápido la vista hacia adelante, de nuevo a los lados. Desconfías tanto que hasta desconfías de lo que hay dentro de tí, porque no lo ves. 
Nacemos llorando. Luego nos da miedo la oscuridad. Nos da miedo cruzar la calle o estar a solas en casa. Nos da miedo caer bien o caer mal. Qué miedo el qué dirán. Nos da miedo ser demasiado guapo porque te miran o demasiado feo porque te señalan o demasiado normal porque ni nadie te mira ni nadie te señala. Nos da miedo decepcionar o sobresalir y crear envidias. Nos da miedo elegir y equivocarnos. Nos da miedo haber elegido y habernos equivocado. Nos da miedo estar solos y nos da miedo estar en medio de mucha gente. Nos da miedo saber y también ser ignorantes. Nos da miedo ser rechazados y nos da miedo crear expectativas y luego no estar a la altura. Nos da miedo ser nosotros mismos y nos da miedo ser como otros. Nos da miedo mirar al pasado, pánico el presente y terror el futuro. Nos da miedo lo que nos rodea, pero más aún lo que no alcanzamos a ver con nuestros ojos. Nos da miedo cambiar y nos da miedo no evolucionar. Nos da miedo el mal y nos da miedo no estar haciéndolo demasiado bien. Nos da miedo envejecer. Nos da miedo fracasar pero también el eterno "¿y si...?" por no haberlo intentado. Nos da miedo morir. En resumen, nacemos, crecemos, vivimos y morimos con miedo. Hasta reproducirse da miedo.  
Ahora entramos en la parte de las confusiones. Edmund Burke, un político y escritor irlandés, decía: "El miedo atento y previsor es madre de la seguridad". Evidentemente, ni todo es tan blanco, ni todo tan negro. También decía Aristóteles algo así como que la virtud está en el término medio. Nos vamos, pues, a la escala de grises. ¿En qué momento dejamos el gris para ser precavidos y en qué otro para ser unos gallinas? ¿Cuándo estamos actuando con precaución y cuándo no actuamos por miedo y nos autoconvencemos de que estamos siendo precavidos? 
Parte dos de la confusión. "Algunas veces hay que decidirse entre una cosa a la que se está acostumbrado y otra que nos gustaría conocer", Paulo Coelho. Es posible que esa comodidad sea lo que nos llena. ¿Cuál es la fina línea trazada que separa la comodidad de la pereza? ¿Es la pereza un síntoma grave cuyo pronóstico final es el miedo? Y esto me recuerda a esa cancioncilla popular que reza "más vale malo conocido que bueno por conocer".
He llegado a la conclusión de que realmente a lo que tememos es a nosotros mismos. No queremos creernos lo que somos capaces de hacer. Y no me refiero a eso de "ten cuidado con lo que deseas porque puede que se cumpla". Sino a que si visualizáramos lo que podemos conseguir habría que ponerse manos a la obra, dejar eso que ahora llaman "zona de confort" y lanzarse a explorar posibilidades.
Quizás una de las frases que más escuchamos en estos días es aquella que dijo el que fuera presidente de los Estados Unidos, Franklin D. Roosevelt: "Sólo hay que tener miedo del miedo". Sin duda, muy inspiradora, pero, al fin y al cabo, seguimos teniendo miedo.
Tiempos difíciles corren... ¿y cuándo no? El Miedo es un excelente examinador y siempre nos está poniendo a prueba. Si la Guadaña revolotea alrededor de la Vida, entonces el Miedo camina de su mano. Estamos jugando una apasionante partida de ajedrez. La vida mueve sus fichas blancas y a ti te obliga a mover las negras. Entonces el miedo te mira a los ojos y te intimida. Y vuelvo a Coelho: "No tenía miedo a las dificultades. Lo que la asustaba era la obligación de tener que escoger un camino. Escoger un camino significaba abandonar otros"... 
Yo me niego a ser mosca en un vagón.

sábado, 23 de marzo de 2013

#SinPeriodismoNOhayDemocracia

Hace unas pocas semanas salían los datos de una encuesta de población (del Centro de Investigaciones Sociológicas, CIS), en los que se reflejaba que las profesiones peor valoradas actualmente por los españoles son la de Juez y la de Periodista. Curiosamente en esa encuesta no se preguntaba acerca de los políticos. Desde mi más humilde opinión, tal y como están las cosas, si este gremio hubiera estado entre las opciones a puntuar, apuesto bien alto a que sus números rojos habrían batido récords. Pero fijémonos en cómo está el país. Los tres principales poderes sobre los que se asienta nuestro Estado son el Poder Ejecutivo, el Poder Legislativo y el Poder Judicial. A ello le sumamos que, como España "democrática" en la que vivimos, y tal y como dice nuestra Carta Magna, la Información es un derecho fundamental. Y tanto es así que los medios de comunicación están considerados el Cuarto Poder. ¿Por qué? Porque influyen directamente en la opinión pública y mueven masas, pudiendo incluso derrocar a un Gobierno o hacer que cierta persona se ocupe de él.
Bueno, sí, también dice la Constitución que es un derecho fundamental el tener una vivienda digna o un trabajo, pero nos saldríamos de la cuestión. Lo que trato de exponer es que la cúpula del poder de nuestro Estado es un tejado en ruinas y, además, está mal valorada por la población, ese grupo al que se deben pero al que tratan cada vez más como masa en lugar de individuos únicos e irrepetibles. Y lanzo una pregunta: si debido a la crisis recortan en Justicia, en Información, en Educación, en Sanidad... ¿dónde están los recortes por y para esos políticos que ni existen en las encuestas? Que me llamen alarmista, pero dados estos acontecimientos no me queda otra que sentir que vivo en un país que es cada vez menos democrático.
Y ahora me centro en lo que a mi profesión se refiere, aún sabiendo que lo que nos sucede a los periodistas no es, ni mucho menos, aislado. Tristemente hemos estado asistiendo en los últimos meses a muchos despidos, ERE´s, cierres de medios, en todas y cada una de las provincias españolas. Algunos de estos casos han dado mucho de qué hablar, puesto que se trataba de empresas informativas consolidadas y de gran prestigio a nivel nacional. Estos llaman más la atención, tanto por lo anteriormente expuesto, como por el volumen de trabajadores afectados que, lógicamente, era mucho mayor. Pero no podemos olvidar el periodismo local, ése que de verdad curte a un profesional, tanto por las horas echadas como porque no hay tanta división de trabajo. Puedes haber tocado las direferentes áreas del periodismo (radio, prensa, televisión, web, redes sociales) en un sólo día, aunque la jornada pueda alargarse hasta, a veces, más de doce horas, especializarte en secciones diferentes a ritmo de café y tabaco, cobrando mucho menos y teniendo una audiencia mucho menor. Lo bueno es que en medio de tanto estrés, tanta ansiedad y tan pocas palmadas, la recompensa personal es enorme, al menos para los que estamos aquí por verdadera vocación, puesto que te das cuenta de lo que puedes ser capaz de hacer. Y, por supuesto, por esos lazos que haces con tus compañeros, tanto los de tu medio como los de la competencia, debido a esa cercanía, a la rutina de coincidir siempre en la misma cafetería para tu desayuno, de estar siempre juntos en todo lo que pasa en la ciudad en cuestión, por compartir apuntes de las ruedas de prensa, encontrarlos en un bar, en un supermercado o, incluso, ser compañeros de piso. 
Deberían ser los propios ciudadanos, esos que no quieren dejar de estar informados, los que abran los ojos, no sólo con lo que les está pasando a los grandes grupos de comunicación, sino también con lo que ocurre en las ciudades y pueblos de nuestro país. Es una sangría. Los periodistas se van a la calle con la pena que puede sentir cualquier profesional de cualquier rama cuando es despedido. Pero si se cierra un medio, no sólo se pierden ilusiones, ganas, esfuerzo y trabajo. No sólo se pierden grandes profesionales que quizás tarden tiempo en volver a ejercer en lo que realmente les gusta y en lo que realmente merecen tras haber estudiado cinco años, obtenido masters e idiomas, o trabajado gratis en prácticas desde los 18 años para engrosar el currículum. Abran sus oídos, agudícenlos, porque están muriendo voces, porque el sonido de la objetividad y de la verdad está siendo callado. Muchos dirán que los medios de comunicación sirven a intereses empresariales. Bien, pues entonces dejemos que mueran. De este modo, en lugar de tener la oportunidad de contrastar los diferentes intereses y hacernos nuestra propia idea, estaremos acercándonos más a la propaganda, aceptando como buena sólo una parte de lo que sucede a nuestro alrededor. Nos creeremos informados. Estamos permitiendo que nuestros derechos fundamentales mermen poco a poco. Hay muchos de estos derechos que son más importantes, indudablemente. Pero éste es uno de los que a mí más me toca. Sólo reflexiona: ¿cuántos periódicos, radios, televisiones y medios digitales había en tu ciudad hace cinco años? ¿Cuántos hay ahora?

jueves, 14 de marzo de 2013

De pequeño quise ser TT

Una esponja o una bacteria fosilizada de más de 600 millones de años de antigüedad. ¿Es el primer famoso de la Historia? Tenemos su imagen grabada en piedra. Aún nos miran los mamuts desde las paredes de las cavernas. Siguen siendo noticia las esculturas de los grandes dioses griegos y romanos. Los faraones egipcios no envejecen adornando templos. Hemos mirado con recelo al calendario maya hasta hace pocos meses. Cada uno de los más de 6.000 inigualables Guerreros de Xián mantiene viva su leyenda a través de los siglos. Cualquier emperador o rey que se haya preciado ha tenido su cara grabada en moneda. La Maja sigue mostrando sus encantos en el Museo del Prado dos siglos después. ¿La fama es efímera? Al menos antes no lo era.
Llegan los medios de comunicación y el cine. Desde luego, siempre quedarán imágenes en nuestras retinas, carteles de películas y de grandes actores y actrices en nuestra habitación o alguna voz inconfundible en nuestra memoria. Maravillosos años de la radio, los primeros pasos mudos de la cinematografía, las piernas de Marilyn, la caída de guante de Rita Hepburn o, cómo no, "un pequeño paso para el hombre, un gran paso para la Humanidad".
Ahora no hace falta ser de alta cuna, descubrir un continente, batallar contra un millón perteneciendo a un ejército de sólo 300 hombres, ni ser tan bueno como para alzarte símbolo del Renacimiento y pintar Giocondas, que también... Tan sólo con perfilarte como un personajillo de farándula y airear tus vergüenzas, conseguirás levantar pasiones y críticas que serán tu escalera para llegar a lo más alto. Evidentemente, y doy gracias por ello, no todos nuestros becerros de oro son así y, también dando gracias, no hace falta dejarse la piel para beber de la fría copa de la fama. Pero claro, todo tiene su parte positiva y negativa, su ying y yang, y la piedra filosofal que daba la inmortalidad a través del tiempo sólo ha quedado para algunos, mientras que la gran mayoría se aferra al efímero Trending Topic (TT).
Si estás en boca de todos, importante o no, serás TT, la tendencia o el tema del momento, inicialmente a través de Twitter, pero que ya es un término que ha trascendido más allá de esta red social. Efímero o no, qué gran monstruo Twitter. Ya no estamos pegados a la pantalla de la televisión para ver qué está sucediendo ni tenemos sintonizadas nuestras emisoras de radio para ser los primeros en saber qué ocurre. La rapidez, la velocidad, el rayo se han materializado en esta red. Y soy la primera que cae. No es el periodista el que me narra en directo. Somos todos. Una especie de Gran Hermano en el que cada persona vale 140 caracteres. ¿Cuántas veces he leído en los tuits "cómo era esto antes sin Twitter"? O, ¿"cuál será primero en informar quién es el nuevo Papa, los medios o Twitter"?. He de confesar que para mí ha sido muy emocionante estar pendiente de esta red social en momentos tan relevantes como los que se están dando desde que ha comenzado este año 2013. Así lo han sido la muerte de Hugo Chávez, la renuncia del ahora Papa emérito Benedicto XVI o las fumatas negras y, finalmente, blanca tras los cónclaves de esta semana. Ya hasta la representación de Dios en la tierra se ha subido a este carro. La noticia se ha quedado corta. Es apasionante. Ya no sólo queremos saber. Demandamos ser los primeros en enterarnos y disfrutamos compitiendo por ser los primeros en contarlo y conociendo las reacciones a lo largo y ancho del Planeta.
El anhelo humano de inmortalidad se diluye un poco en este terremoto social. Las nuevas tecnologías irrumpen con fuerza en los hogares llegando a los niños en edades cada vez más tempranas, cambiando sus espadas y balones por un teclado. ¿Soñarán estos pequeños con ser como Messi o Cristiano Ronaldo, con pisar la Luna o con vestir como caballeros templarios? Quizás de mayores digan "yo de pequeño quería ser Trending Topic". Chocante, ¿no?. Hoy sí, pero mañana ¿quién sabe...?

martes, 12 de marzo de 2013

Ave Fénix

Que soy periodista en paro, por desgracia, no es noticia en este país. Me hubiera gustado inaugurar este blog con una entrada alegre y optimista. Pero lo cierto es que me veo y no puedo evitar sentirme como Virginia Woolf mientras escribía "La Mancha en la Pared", pasando horas mirando qué oscuros secretos esconden los azulejos de la cocina o las formas que hace el gotelé. Que el mundo está en crisis... pues menuda novedad. ¿Crisis de qué? Porque nos hundimos en miseria, pero no sólo económica, también tenemos aturdida la moral, el pensamiento anda cojo y la acción está de baja por enfermedad. La rebeldía fue siempre signo de salud.
Y todas estas afirmaciones las hago desde mi más humilde opinión, sin ánimo de ofender, puesto que la libertad de expresión, si no en la mayoría de los medios de comunicación, sigue siendo un derecho al que me acojo, al menos en este blog.
No creo que seamos la generación perdida, dicho que ya se ha vuelto una cancioncilla popular, un "pseudoeufemismo" que sugiere un "lo siento, no hay nada que hacer con vosotros". Somos una generación que se siente perdida, que no es lo mismo, puesto que el camino que comenzamos a andar ha pasado de ser recto y plano a convertirse en sinuoso y cuesta arriba, lleno de intersecciones en las que elegir constantemente si ir a derecha o a izquierda, y con esto no me refiero a los tintes políticos, que ya está bien de este bipartidismo que no hace otra cosa que perfilarnos, más si cabe, como España Cañí. No hay que perder nuestra identidad, que "Viva España", pero dejemos de ser borregos. Miremos a nuestra Historia, pero no para continuar dividiéndonos en "rojos" o "azules". Oiga usted, que yo no llevo ningún casco en mi cabeza, que tengo mi memoria vivida y la que me han dado mis padres y abuelos. Pero hay que aprender de ella en lugar de empuñar espadas.
Nos prometieron un Estado de Bienestar. Pues lo siento, te vendieron gato por liebre. La gente se suicida por los desahucios, los abuelos no pueden pasar sus últimos años sin preocupaciones, la clase política está corrompida, los niños pierden calidad en su Educación, la Salud y la Justicia se estratifican, el desempleo alcanza cotas atroces, .... Caos. Silencio. En fin, qué te voy a contar que no sepas. Parece que tenemos que crecer, evolucionar, quemarmos y volver a surgir de nuestras cenizas.
Reflexión. Y, por favor, un poco de aire fresco que llene nuestros pulmones, que nos ahogamos, que esta espiral de problemas sin luz al final del camino se ha convertido en el humo negro del tabaco que fuma nuestra sociedad.
Por cierto, bienvenidos. Y para levantar un poco el ánimo, recordaré las palabras que oí hace poco en el cercanías de Tarrasa a Barcelona en boca de un rockero con unas cuantas copas de más: "Esta vida es una puta, pero ha sido el dinero que mejor he gastado".